viernes, 23 de noviembre de 2007

Lejos de la ciudad gris

En busca de una identidad cromática

Recorriendo la ciudad se observa que su fisonomía está cambiando al ritmo de su crecimiento.
Va dejando atrás la imagen gris hacia una pintada de color.

El color, desde que nacemos, es una herramienta fantástica. Es uno de los primeros elementos que se acercan al bebé para estimular el reconocimiento del mundo que lo rodea.
Para los chiquitos todo es colorido: los juguetes, la ropa, los adornos…
Rápidamente se impone como un rasgo de identificación. El celeste para los varones, el rosado para las nenas.
Y luego como un rasgo de identidad: los chicos elijen su color favorito.
Si bien en un proceso posterior el color asume cargas simbólicas culturales (Rojo: alerta o pasión, Negro: luto o "me hace más flaca", Blanco: pureza, etc.) nunca deja de estar fuertemente vinculado a la identidad de las personas.

Los colores de la ciudad
La comunidad de Gualeguaychú tiene una actitud de generación constante. Históricamente se destacó por su quehacer artístico y cultural, pero no sólo a través de sus figuras relevantes, sino en una copiosa e incesante producción.
Como forma de expresión la gente pinta, hace manualidades, baila, escribe, actúa, teje, trabaja en las comparsas, diseña, esculpe, canta, hace música, crea.
Si bien la manifestación máxima es el carnaval, hay innumerables muestras: exposiciones de arte, talleres de literatura, Gualeguaychú joven, el desfile de carrozas, peñas folclóricas, quema de muñecos… Todo esto se conjuga con un rico paisaje natural poblado de estímulos.

Todas estas características —esa esencia— está trasladándose a la imagen de la ciudad. La gente pinta sus casas. Se dejan atrás los frentes blancos a la cal, o grises cemento. Se abre paso el color.


Esto es importante para nuestro contexto urbano: nos estamos pintando la cara.
Aparece espontáneamente en la necesidad de cada frentista de ver su casa más linda, pero en la suma nos cambia la imagen de la ciudad.
Y puede que a cada uno le encante cómo quedó su casa, pero que viendo todas juntas no nos parezca un entorno agradable.


Las instituciones también buscan una cara renovada, y esta decisión embellece la ciudad. Lamentablemente, la maraña de cables se empeña en afearla.


Contrastes y estilos. La variedad de gustos es amplia.


Se sabe que el todo es mucho más que la suma de las partes, y al decidir la parte tendríamos que pensar en ese todo.

Sería bueno que hubiera paletas de colores sugeridas, que su aplicación aporte a la apariencia general de la ciudad.
Eso permitiría orientar o guiar ese impulso positivo hacia una imagen urbana en sintonía con su identidad y su búsqueda.

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