miércoles, 21 de noviembre de 2007

Cuestión de estilo

La aparición del “Estilo” en el diseño suele ser habitual, y muchas veces buscado por los diseñadores. Ese rasgo que identifica al generador y que impregna la pieza puede ser muy bueno. O muy malo.


El estilo en el arte
Me ha tocado estar presente muchas veces en discusiones sobre el objetivo del arte, debate que se da permanentemente entre los artistas y que parece ser un tema que los desvela. En un extremo están los que piensan que el artista es un trabajador más que ejerce su oficio, en el otro los que sostienen que el artista carga una misión suprema que tiene entre sus objetivos salvar el mundo. Analizando todos sus matices, me animo a proponer una síntesis: la realización artística busca en primera medida satisfacer a su hacedor. El artista necesita su satisfacción personal como objetivo primero. En una segunda instancia busca generar una reacción en el posible observador: placer, rechazo, alegría, angustia, etcétera.
Cruza la realización artística la variable subyacente del tiempo, o más precisamente la permanencia: la obra de arte eterniza al artista, la obra que perdura inmortaliza a su autor.

Cada artista, en su realización, busca su estilo: una forma de hacer su obra que lo identifica.
La obra es parte de su identidad. Y él está en su obra. Artista y obra se van fundiendo en el tiempo.

El estilo en el diseño
El término diseño cada día se hace más amplio, incluyendo diversas actividades que no son necesariamente parecidas. Tomo el grupo vinculado a decisiones proyectuales, que tienen por objetivo la solución de un problema.
Según el tipo de diseño que se desarrolla, la aparición del estilo puede colaborar o interferir en la meta buscada.

En el diseño gráfico la aparición del estilo del diseñador suele ser habitual. Al observar una pieza nos podemos dar cuenta de quién la diseñó.
Revisemos el esquema básico de comunicación: un emisor genera un mensaje que tiene que superar el ruido para llegar a un receptor.
En esta relación cualquier elemento que interfiera en el camino del mensaje desde el emisor hacia el receptor se considera ruido.
En este esquema no hay lugar para el “estilo del diseñador”. Porque el mensaje no tiene por objetivo que se identifique quién lo generó, tiene que llegar con su carga de contenido al receptor lo más limpio posible.
Si el mensaje evidencia a través de su materialización quién lo ha generado, esta carga informativa adicional es perjudicial, porque no debe estar allí. En esta situación, el estilo perceptible del diseñador se transforma en ruido en la comunicación.


Diferente es el caso de la moda o el diseño de indumentaria. Allí entran otras variables, y suele ser positivo para la pieza —y sobre todo para quien la porta— que se evidencie el diseñador, especialmente cuando es reconocido.
Cuanto más “famoso” es el generador del objeto, y más se note en el mismo, mejor.
No por casualidad, las carteras de Luis Vuitton gritan a los cuatro vientos que son Luis Vuitton. Muchas compradoras no pagarían el costo de esas piezas si así no fuera.
En este caso el estilo que identifica al diseñador es un valor agregado para el objeto de diseño.

Volviendo un paso atrás, este concepto se puede aplicar también al diseño gráfico: cuando un diseñador es reconocido y valorado por su trayectoria, se lo contratata justamente para que se note. El valor de la pieza se centra en el diseñador y no (solamente) en el mensaje.
Ahí suele pasar que el mensaje fundamental es demostrar que la empresa es tan importante —o innovadora, o de avanzada, etc.— que contrata a ese diseñador.


En la arquitectura también aparecen estilos reconocibles, cruzados a menudo por las tendencias de época.
Este estilo en construcciones, que se basa especialmente en su resultado estético, suele inclinar la elección por un arquitecto y no otro.
En las grandes ciudades con grandes edificios, estos empiezan a tener marca. Lo importante no es qué van a contener, para qué se va a usar o su emplazamiento dentro del contexto urbano, lo fundamental es que es un diseño hecho por.
Lo que tiene mucho más trascendencia en la arquitectura que en los ejemplos anteriores, es que las edificaciones construyen el espacio urbano y son —en gran medida— responsables de la imagen de las ciudades. El arquitecto debe ser consciente de la ciudad en que se desempeña y cuál es el proyecto urbano de la misma. La construcción puede potenciar la imagen de una ciudad o romperla. Un rascacielos de vidrio y acero acentúa la imponencia de Manhattan, pero en el medio de Bariloche es un atentado.

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